La autora, Premio Nobel de Literatura (2015), periodista y escritora bielorrusa (1948), escribe en este libro un relato sobre la guerra de Afganistán (1979-1989) en que se implicó la Unión Soviética. Reúne un conjunto de entrevistas a personas que participaron en el cruel conflicto: soldados voluntarios y de reemplazo, otros militares de diversas graduaciones, enfermeras, médicos, padres y madres de estos profesionales que perdieron a sus hijos en la guerra… El género de la escritura es el de literatura documental, una construcción artística de los testimonios que, en su selección y orden forman un conjunto muy elocuente y significativo de lo que sucedió allí.
La autora empatiza con los que entrevista y manifiesta compasión con sus dolor y sabe preguntar y seleccionar lo mejor de cada uno.
El texto se lee con interés y no resulta tedioso, a pesar de que pueden ser cerca de cien los testimonios, que la autora sabe entrelazar y dosificar, para expresar con toda su expresión la brutalidad de una guerra como esta.
Aparece con claridad el engaño de las autoridades soviéticas a las personas que enviaba a la guerra, la falta de libertad de expresión y de información: iban engañados; la bajeza moral de muchos que vendían su alma por unas baratijas; pero también el amor a su patria, y de las madres a sus hijos, la compasión, la misericordia, y en algunos casos, el recurso a la oración y a Dios.
La autora sufrió varios pleitos por este libro, acusada por algunos de los entrevistados –detrás de los cuales se ve el impulso de autoridades militares soviéticas- porque el libro hizo caer en la cuenta de que esa guerra de Afganistán fue absurda, y los militares soviéticos que aparecían como héroes en la propaganda soviética, eran seres humanos de carne y hueso, con muchos defectos, defectos que se agrandan en las situaciones-límite como las guerras.
No es sólo un libro antibelicista o pacifista, es un libro que sabe hacer literatura, en este caso alta literatura, de la crisis interior del corazón humano cuando se enfrenta a la brutalidad, a la mentira, a la inhumanidad y al dolor; de estas crisis, unos salen rotos para siempre, otros aumentan o consolidan su cinismo y otros crecen como personas y aprenden de sus errores, aprenden a perdonar y a perdonarse, y en el camino, también encuentran a Dios.