martes, 18 de enero de 2022

LA BELLEZA DE LA CREACIÓN EN EL POEMARIO “ALUMBRAMIENTO”, DE DANIEL COTTA

 LA BELLEZA DE LA CREACIÓN EN EL POEMARIO “ALUMBRAMIENTO”, DE DANIEL COTTA



1. INTRODUCCIÓN


En este trabajo intentamos realizar un análisis teológico-literario del bellísimo poemario Alumbramiento, del poeta malagueño Daniel Cotta, recientemente publicado por la prestigiosa colección Adonais, de Editorial Rialp. Y lo primero que asombra al abrir sus páginas es la combinación nada frecuente de varios elementos: un profundo conocimiento científico de la astronomía; una sólida base teológica en las verdades de fe cristianas; y una deslumbrante belleza literaria, que combina silvas, sonetos, quintillas, romances, romancillos y otras estrofas con una variadísima gama de figuras literarias. El conjunto constituye un poemario de altísimo nivel que, en mi opinión, quedará como una cumbre de la poesía de comienzos del siglo XXI.


Pero, volvamos al autor. Daniel Cotta, Málaga, 1974, es profesor de Lengua y literatura castellana en el instituto de educación secundaria de La Carlota, Córdoba.


Ha publicado varias novelas y poemarios. De las primeras: Videojugarse la vida (Madrid, Funambulista, 2012), Verdugos de la media luna (Córdoba, Almuzara, 2018), El duende de los videojuegos (Sevilla, Premium Editorial, 2019; VI Premio de Narrativa infantil y Juvenil de la Diputación cordobesa). Entre sus poemarios, destacan: Beethoven explicado para sordos (Córdoba, Diputación, 2016; Accésit del XXV Certamen de Poesía Rosalía de Castro); Alma inmortalmente enferma (Córdoba, Detorres Editores, 2017), Como si nada (Jerez, Col. DKV de poesía, 2017), Dios a media voz (Caravaca de la Cruz, Ayuntamiento, 2019; Premio Albacara y Premio Nacional de Poesía Mística San Juan de la Cruz, 2018), El beso de buenas noches. Poema (Sevilla, Renacimiento, 2020) y Alpinistas de Marte (Valencia, Pre-textos, 2020, XXIII Premio Antonio Oliver Belmás).


El libro Alumbramiento, publicado dentro de la Colección Adonais, de Editorial Rialp, con el número 677, en 2020, contiene cincuenta y cinco poemas, distribuidos en cinco capítulos con los significativos títulos de Dios del universo, con dieciocho poemas, que trata principalmente de la creación del universo y el amor de Dios que lo sostiene; Creador, Padre y Redentor mío, compuesto de ocho poemas, que aborda la persona de Jesucristo y su obra creadora y redentora; Un poco inferior a los ángeles, formado por catorce poemas, cuyo foco es la creación del hombre y su relación con Dios; y Ni ojo vio ni oído oyó, integrado por catorce poemas, cuyo tema es la vida eterna en la fe cristiana. Todos ellos van precedidos de un texto de introducción, titulado Instinto materno y un colofón, que constituye el quinto capítulo, bajo el epígrafe Sinfín, con un solo poema que lleva por título Los coros del universo.



2. COMENTARIO


Comienza el libro con el poema Instinto materno, silva en endecasílabos blancos combinados con heptasílabos. Teológicamente, el poema es un canto a la creación desde el punto de vista de Dios Creador, en su soledad de espera, que crea por amor y con el gozo de una madre:

La tuya fue una soledad encinta.

Gestabas en tu seno todo el Génesis


Dios crea el mundo por amor y mantiene la creación en la existencia con su amor: 


La tuya fue una soledad de espera.

Querías a tu fruto antes de verlo,

amabas antes de tenerlo al Cosmos,

sabías en tu Ser que lo amarías

más allá de la muerte, más allá del vacío.

Y en toda la creación hay una huella de Dios. San Buenaventura llamaba a la huella de Dios en lo creado, los vestigios de Dios  y Santo Tomás de Aquino la semejanza de Dios en la criatura racional y el vestigio de Dios en la obra de la creación :


Sentías un latir dentro de Ti

y acariciabas su compás profundo

con mimos de alegría primeriza.

En tu mesa, un billón de hojas en blanco

y un inmenso argumento para todas.

 

Ese argumento del poema, que es la huella, el vestigio de Dios, perdura ahora y sostiene en la existencia a la creación: “todas las cosas se llenan de Dios, del dolor y la alegría de Dios, por los siglos”. Así lo asegura la teología cristiana y así lo expresa bellamente el poema:


Cuando llegó la hora, 

el parto se alargó, llenó las cosas 

de ese dolor de Ti, de esa alegría

de Dios que se desborda por los siglos,

por la luz, por la sombra, por la vida…


Y concluye, para afirmar esta verdad profunda, que Dios continúa en su tarea de dar a luz al Universo, sosteniéndolo con su amor en la existencia, un amor que transciende las palabras humanas insuficientes para expresarlo y por eso se puede hablar de Dios Madre y de Dios Padre, pues Dios es un ser personal espiritual, sin cuerpo y, por tanto, sin sexo:


El gozo de Dios Madre

que sigue dando a luz el Universo.


Abundando en esta verdad cristiana un autor contemporáneo de tradición judía, George Steiner, en Nostalgia del Absoluto , señala esa nostalgia de Dios que observa en la creación y el vacío moral y emocional que ha dejado en occidente la ausencia de religión, la nostalgia de Dios, que ha intentado cubrirse por “religiones sustitutivas”: las ideologías contemporáneas, el marxismo, el psicoanálisis de Freud, la antropología de Levi-Strauss, la astrología, el ocultismo y los cultos orientales -y añadiríamos el nihilismo de Nietszche-; todos ellos, según Steiner, intentos fallidos de dar una respuesta a la crisis de sentido que afecta al hombre moderno. Son eso, nostalgia de lo Absoluto, sustitutivos de una necesidad inscrita en el corazón del hombre: la necesidad del “Amor que mueve el sol y las estrellas”, en frase de Dante Aligheri .


I. DIOS DEL UNIVERSO


Continuamos analizando cada uno de los capítulos del poemario, comenzando por el primero, dedicado a Dios Padre Creador del universo. Conocemos por la teología cristiana que las obras ad extra de Dios, como la creación, son fruto de la acción de toda la Trinidad; esta es también la teología que subyace en el poemario y que el poeta Daniel Cotta demuestra conocer con hondura; y con entusiasmo manifiesta su fe en su verdad y su belleza.


Pero antes de continuar en este análisis teológico, desearía resaltar otra característica del poemario que ya señalé al principio: el profundo conocimiento del autor de los descubrimientos recientes de la astronomía que afloran en los poemas, lógicamente de modo literario. Así, salen citadas: la mecánica cuántica, los agujeros negros, las supernovas, las Perseidas, “el helio y el hidrógeno, / que queman las galaxias más masivas”, las Enanas Blancas, las Supergigantes, la galaxia MC-612, que “su radio es de seis mil quinientos pársecs. / Parece que en su núcleo mora un púlsar”. Veamos un ejemplo:


LOS PARA QUÉ DE DIOS

Dios de los Cielos, ¿para quién hiciste

la galaxia MC-612?

Levita en un confín del Universo.

La descubrió un astrónomo polaco

ayer mientras cenaba.

Su radio es de seis mil quinientos pársecs.

Parece que en su núcleo mora un púlsar

y su luz ha tardado

diez mil millones de años en llegarnos,

luego es probable que quizás no exista.

Señor del Cosmos, ¿para quién la hiciste?

Su mero empeño en ser se te podría

tachar de omnipotente extravagancia.

Su existencia es testigo

del primer hálito del Universo.

¿Para quién destinaste esa galaxia?

¿Tal vez para ese astrónomo polaco

agnóstico y perdido

que vio en su luz remota

la huella más antigua de tus ojos?    


El autor no sólo canta a la creación del universo, sino a la pequeña creación que nos encontramos a diario, tan hermosa como los astros, y pide que fijemos nuestra mirada también en ella. Con frecuencia juega en el poema comparando ambas y gozando en su belleza. En un poema titulado Dios de lo pequeño, después de citar las galaxias, los asteroides, las Enanas Blancas, las Supernovas y los Agujeros Negros, pregunta a Dios: “¿por qué esta margarita?”. Y en el poema Literatura comparada también juega con esta comparación en endecasílabos y heptasílabos, con rima en asonante en los versos pares:


LITERATURA COMPARADA


Más fue la mariposa que la estrella.

Más fina orfebrería

levanta el vuelo en el batir de un ala

que en un arder de fraguas infinitas.

Más hubo que tallar en una rosa

que en la diadema zodiacal de libra.

Más mimo, más esmero

contienen las pupilas 

del águila y del lince

que todas las Perseidas en caída.

Más linda es la libélula,

más perfecta es la hormiga,

más valioso el jazmín,

más cálidos el álamo y la encina

que el helio y el hidrógeno

que queman las galaxias más masivas.

Lo que escribiste, Padre, en esas bóvedas

fue toda una epopeya de energía,

un canto heroico, un himno. Y en la Tierra,

en la Tierra, ¿qué hiciste? ¿Poesía?    


Cotta ve poesía en la creación del universo y en la creación de las plantas, flores y animales y concluye que Dios es un poeta, en un poema titulado Un verso tuyo: 


No lo niegues, Señor: eres poeta. 

Tus obras te delatan.

¿Por qué creaste una epopeya al sol

y una canción para la luna blanca? 


Y continúa con las églogas de los ríos, las odas en las montañas, las doradas elegías al ocaso, los epitalamios para el sol y el alba… y concluye: 


Las cosas de este mundo no están hechas,

están versificadas. 


Y todos sus poemas constituyen un diálogo, una conversación con Dios a quien pregunta “¿Qué quisiste decirnos con el río?”. Y después de preguntarse varias posibles respuestas, concluye que también la creación es una respuesta de Dios a las preguntas que le hace el hombre; finaliza el poema: “¿Qué fue lo que escribiste / que se te oye reír y no se entiende?”. En el murmullo del río, en su corriente, como en toda la naturaleza, Dios nos habla de un modo callado, en voz baja, para respetar nuestra libertad, para no imponerse, pero habla y hay que poner el oído atento y juega con el hombre, disfrutando con su criatura. A este propósito, comenta un santo contemporáneo: 


El Señor está jugando con nosotros como un padre con sus hijos. Se lee en la Escritura “ludens in orbe terrarum” , que Él juega en toda la redondez de la tierra. Y Dios no nos abandona, porque inmediatamente añade: “deliciae meae ese cum filiis hominum” , son mis delicias estar con los hijos de los hombres. ¡El señor juega con nosotros!  


Y continúa el santo comentando que Dios conoce el corazón del hombre y sabe cuándo estamos cansados y apáticos o sin fuerzas, disgustados y sin voluntad o cuando nos resulta arduo cumplir con nuestro deber; entonces, Dios está cercano, aunque no lo veamos y es el momento de representar una comedia, divina comedia.


Y en este diálogo del poeta con Dios, que es oración, descubre la verdad de las palabras del Génesis en la Creación: “Y vio Dios que era bueno”  y canta que toda la creación llama a Dios y esa huella de Dios en las almas es una sed de Él, que las personas, al ver qué bien está todo, cuánto ha puesto Dios de sí en cada cosa, al ver la belleza del sol, del mar, de los bosques, de la luna, piensan que Dios debe ser eso tan bello; incluso los científicos y los hombres contemporáneos, también confunden la belleza de las obras de Dios con Dios mismo, pues puso tanto de sí mismo en sus obras, que todas ellas están hablando de su autor y nos dan sed de Él: 


EN BUSCA DE TI


Tan bien lo hiciste todo,

tanto de Ti pusiste en cada cosa

que muchos, al principio,

te confundieron con el sol naciente;

otros, con la vorágine del mar;

estos con el correr de cada río;

aquellos, con la sombra de los bosques

o con la madreperla de la luna.


Y hoy siguen confundiéndote

con cosas peregrinas,

como la exactitud de una ecuación

o la legislación del Universo,

o con los beneficios de una dieta

sin sangre y sin violar la madre Tierra.


Yo mismo te confundo

con el amor a las pequeñas cosas,

como mis libros, las iglesias viejas,

los dieciséis cuartetos de Beethoven,

los versos de Quevedo o de Rosales

o la película en sofá del sábado.


Y este fervor por endiosar el mundo,

este enredarte en tus propias obras

está diciendo que eres,

Señor, el agua que lo llena todo.

¡Y cuánta sed dejaste en nuestras almas!   


En otro poema el poeta se ve como un niño, que agradece tantos regalos de Dios: la luna, el sol, el agua, el árbol y los premios del bien, la vida, la familia, mis ojos…, que se ve desbordado:


MALCRIANZA


Me pasa como al niño cumpleañero

a quien lo colman tanto de regalos

que ya no sabe qué decir ni hacer.

Ese eres Tú, Señor, agasajándome:

para mí todo te parece poco.

Ya eran excesivas las estrellas,

pero Tú no, Tú a regalar la luna,

el sol, el agua, el árbol:

y venga a darme más: el bien, la vida,

mi familia, mis ojos. Y yo abriendo,

abriendo y arrumbando en un rincón.

¡Que yo no sé jugar a tantas cosas!

No voy a hacerles caso ni a cuidarlas.

¿No ves que soy un niño?    


Y el poeta se siente indigno ante la belleza de la creación, ve todo, el mar, la luna, el manantial, la flor, los amigos, y se ve a sí mismo y se considera indigno de recibir tanto regalo, en este soneto bellísimo:


SEÑOR, YO NO SOY DIGNO


¿También el mar, Señor? Yo no soy quién. 

¡Si soy muy poca cosa! No, peor:

soy malo. ¿Y vas a darme el resplandor

de todas las estrellas que se ven?


¿Me das la luna a mí? ¿Y el sol también?

¿Y el monte? ¿El bosque? ¿El manantial? ¿La flor?

¿Me das amigos? ¿Y me das amor?

¿Me das tu carne trémula en Belén


y rota en el Calvario? ¿Estás en Ti,

Señor? ¿Hasta qué extremo me amarás?

Que no, que yo no sé qué ves en mí


que das sin contenerte y das y das

el antes y el ahora y el aquí

y el más allá y el yo qué sé… ¿Qué más?


Y a partir de este poema, al que siguen varios más, Adverbio de afirmación, el ya citado Malcrianza, El portavoz del universo, Párvulo, Pecera y Magnificat, aparece más la figura de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, la Segunda Persona de la Trinidad, como enlace con la segunda parte del poemario, que vamos a abordar a continuación.



II: CREADOR, PADRE Y REDENTOR MÍO


Comienza con un poema en versos endecasílabos con una forma estrófica de tercetos encadenados, Fruto, a modo de comentario de una cita de Fray Luis de León , que resalta a Cristo como Fruto, “porque es el fruto para cuya producción se ordenó y fabricó todo el mundo”. Es el Logos en la teología cristiana y canta el poema: “Tú fuiste su porqué. Tú fuiste el fruto”. Es el Logos, según el cual fueron creadas todas las cosas y el Hijo de Dios hecho hombre. Y eso manifiestan bellísimos poemas como La lágrima más grande y más azul, que comienza preguntándose “¿Y cómo es una lágrima de Dios?” y concluye: 


Es una lágrima que orbita al sol (…)

redonda y achatada por los polos,  

una gota que rueda para siempre

por la mejilla sin final de Dios.


Y con la luz de unas palabras de San Pablo en la Sagrada Escritura, “Todo fue creado por él y para Él”  se pregunta el poeta por El punto de vista de Jesús, Él que es Dios, ¿qué pensó?:


Cuando Jesús vio el Cosmos desde abajo,

cuando observó tus maravillas, Padre, (…)

¿Qué caviló desde sus ojos de hombre? (…)


Y la respuesta es clara para el poeta, de nuevo fundada sólidamente en la fe cristiana sobre la Creación, que es una obra del amor de benevolencia de Dios: podría no haber creado nada, pero Dios es un Amor que se desborda:


Lo amó, Señor, lo amó.

Amó la Creación hasta dolerle,

hasta que no le cupo en el vivir.

Amó todas las cosas

como si nunca las hubiera hecho (…)

se abrió el costado y se abrazó a su obra,

y vio desde aquí abajo

-desde el hombre-

Vio entonces que era bueno.


Y la Tierra, en el poema Relicario es ese “puntito despreciable” del universo, insignificante en comparación con las estrellas y los planetas y las galaxias, sin embargo, “esa mota / es quien se lleva la flor”, porque:


Esa mota azul y chica

contiene sangre de Dios.


Efectivamente, la Tierra en el poema titulado Sancta Sanctorum, es un relicario no por todas sus bellezas juntas, que canta hermosamente el poema, sino porque “la Tierra es el Sagrario que te guarda”, concluye el último verso, que enlaza con el siguiente poema, ya preparado en los dos anteriores: es un poema sobre la Humanidad Santísima de Cristo presente en la Eucaristía, titulado Está sucediendo ahora, que resalta la fe de la Iglesia Católica que afirma que en el momento de la Consagración de la Santa Misa, en la que Jesucristo, por las palabras del sacerdote, transforma el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre y con ellos, se hace presente toda su Humanidad –Cuerpo y Alma- y su Divinidad. Esta verdad de la fe católica la expresa Daniel Cotta en unas décimas en octosílabos, aunque la rima en consonante no es la establecida por Vicente Espinel , sino más bien la de dos quintillas seguidas, que expresan su emoción porque “está sucediendo ahora”:


(…)   

¡Ahora, sí, en el lugar

donde esas manos al vuelo

acaban de convocar

el Señor de tierra y cielo

sobre el lino del altar!

Esa blancura que aflora

cariñosa y bienhechora

como una luna que sube

es Dios en carne de nube,

es Dios que baja en la aurora.

(…)

Dios está viniendo al mundo…

¡y está sucediendo ahora!



III. POCO INFERIOR A LOS ÁNGELES


Es el título de la tercera parte del poemario y aborda la creación del hombre, que a decir 

de la Biblia, citada por Cotta en el inicio de esta parte:


¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. 


En el primer poema, El universo es el que te busca, aborda la evolución hasta la creación del hombre; y en el siguiente poema titulado Adán, canta poéticamente la preparación que hizo Dios de toda la creación para que pudiera habitarla el hombre, y una vez que estaba todo preparado, pone en boca del primer hombre:


Entonces desperté. Al querer buscarte,

mi Bien, no te veía.

Pero en cada regalo que abrazaba

olía tu perfume todavía. 


Siguen poemas que agradecen a Dios la superabundancia de la Creación, que el poeta ve toda ella como un don y la agradece a Dios en Catálogo incompleto de la gratitud, que culmina con un anuncio de lo que será la cuarta parte del poemario, la vida eterna en Dios, que el poeta espera recibir como el don último de Dios y escuchar su voz de respuesta. También es un poema de gratitud este breve pareado, que es en sí mismo todo un hallazgo, titulado Vida:


Señor, no estoy viviendo.

Estoy desenvolviendo tu regalo.


El siguiente poema, El argumento redondo, es un soneto de confianza en Dios, Señor de la historia, a pesar de las crisis de la humanidad y a pesar de que no se encuentre sentido:


por más que nos parezca tan revuelto 

por mucho que se nuble el panorama (…) 

aunque no sepa hacia qué fin avanza, 

aunque no sepa aún para qué vine.


Y el poeta, se contesta a sí mismo, en diálogo de oración con Dios, pues es una oración de confianza en un Tú, que es Dios, aunque no se le cite:


Diríase que no, pero la trama

la tienes más que atada: la has resuelto.

(…)

tendrá su explicación cuando termine. 


Otro poema, A hombros, pide esa visión del sentido, con la ayuda de la mirada de Dios: 


Aúpame, Padre

que vea mi vida

subido a tus hombros,

tu punto de vista. 


En la búsqueda de ese sentido se descubre cómo en el fondo, todo es bendición de Dios, tanto el trino del jilguero como la sordera de Beethoven: El Dios de la alegría y el dolor.


Después de los poemas de acción de gracias y de petición de la visión sobrenatural, de la visión de Dios, vienen varios poemas de desagravio y reparación por las propias culpas y las de los demás, a modo de los Salmos de la tradición bíblica: Barro que quiere volar, en el que el poeta manifiesta que es de barro y que proviene del lodazal. Y Setenta veces siete, que resalta el perdón continuo de Dios, inspirado en el texto del Evangelio de San Mateo, 18, 21-35, pero

dado la vuelta: es Dios el que perdona al hombre setenta veces siete, y por eso el hombre ha de perdonar a sus semejantes tantas veces.


A continuación, el poeta busca a Dios en el universo y lo encuentra dentro de sí mismo. Esto representa el soneto La búsqueda y el poema Escondite, en el que Dios se esconde y se asoma entre la niebla; y El largo y sinuoso sendero, otro poema de búsqueda de Dios, a través de las huellas suyas que deja en la creación; y el poema Dentro, cuyo inicio canta: 


¿Sabes, mi Dios? Te imaginaba fuera,

nunca dentro.

Creí que estabas contemplando el Cosmos

y que lo sostenías en las palmas

como una bola de cristal nevado.

¡Qué equivocado! Donde estás es dentro, (…)


También el siguiente poema, A tu imagen y semejanza, muestra cómo en la creación del hombre, Dios se inspira en sí mismo:


Para hacerme, Señor, no te inspiraste en las estrellas.

(…)

Para hacerme, Señor,

Te inspiraste en Ti mismo.

Te miraste por dentro

y te sacaste el Dios,

me lo vestiste. (…)

Yo, Señor,

Estoy hecho de Ti.

¡Vamos a hacer el Universo juntos!



IV: NI OJO VIO


Esta última parte del poemario viene preparada por el último verso de la parte anterior, titulado El largo y sinuoso sendero: 


¿Nos falta mucho hasta llegar a casa?


El título proviene de una Carta de San Pablo que, inspirándose en un texto del Antiguo Testamento (Isaías, 64, 2-3), “resume el contenido de la sabiduría divina: el conjunto de dones que sobrepasan toda capacidad humana y que Dios ha preparado desde la eternidad para los que le aman” :


Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman .


Inicia esta parte un poema titulado Un hombre llamado Juan se frota los ojos en Patmos, sobre la visión del fin de los tiempos descrita por San Juan en el libro del Apocalipsis, mientras estaba confinado en la isla de Patmos, desterrado por la persecución del Imperio Romano. Y continúa con el poema Hasta que una nube lo ocultó a sus ojos, citando un texto de los Hechos de los Apóstoles, 1, 9-11, que narra la Ascensión a los Cielos de Jesucristo. Y en ese Cielo hay “un querubín armado que guarda el Paraíso”, que impide ver a las pupilas El décimo color del arco iris, el color de Dios:


Son las mismas pupilas incapaces 

de ver lo ultravioleta y lo infrarrojo;

tampoco captan el color de Dios,

el décimo color del arco iris.


Otros poemas bellísimos son diálogos, conversaciones del poeta con Dios, como Plan para enredar a Dios; y la respuesta de Dios a las oraciones de los hombres en Ciclo hidrológico o su consuelo ante las lágrimas de sus criaturas: Allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos. O su intervención para darnos la luz que necesitamos en el camino de la vida, en El orfebre de la luz.  


Hay poemas de las criaturas del Cielo, los ángeles, como El beso, que refiere el cuidado de estas criaturas celestiales a los niños: “niño del ángel que te guarda el sueño”. Y un poema que da voz a San Gabriel arcángel –Ensimismamiento de Gabriel-, que se pregunta después de la Anunciación a María, conmovido por la fe y humildad de la Virgen:


¿Cómo es que aún me dura la alegría?

(…) ¡Qué azul era 

el cielo en Nazaret esa mañana


Y también la creación de las almas desde el punto de vista de Dios y el dolor del poeta ante los embriones congelados, en el poema Formas de no nacer:


¡qué lágrimas saberte en esos tubos

que aguardan en los tanques de nitrógeno

(casi a doscientos grados bajo cero)

un vientre donde hacerse,

un cuerpo desde el que poder amarte! 


Los dos últimos poemas hacen referencia al fin de los tiempos, que para el poeta no son días tenebrosos ni temidos, sino esperados, la culminación de una vida en el poema Crisálida:


(…) cuando se cansen de girar los astros

y se extinga la llama del último lucero,

habrá llegado el tiempo de nacer,

habrá llegado el tiempo.

(…) 

Y donde siempre estuvo tu semblante

incógnito y secreto,

allí donde tus ojos de ahora nos contemplan,

allí te encontraremos.


Y termina con el poema Umbilicales, dedicado: “A Miguel, mi padre, alumbrado ya”:


Estamos en el útero terrestre,

gestándonos (…)


Este poema –Umbilicales- concluye pensando en el fin de los tiempos, cuando sucederá esta verdad consoladora:


y Dios nos tenga en brazos y nos meza.


El último poema, en el capítulo que hace de colofón con el significativo título de Sinfín, un notable soneto, es un canto de gloria y alabanza a Dios de Los coros del universo:


Lo sigues escribiendo, no se acaba.

Al Cosmos aún le falta el desenlace.

Va construyéndose según te place,

y siempre surge un verso que no estaba.


La Humanidad que te proclama Abba

a cada sol se hace y se rehace,

y cada niño que en la Tierra nace

es otra criatura que te alaba.


¡Más árboles, más flores, más nacidos!

¡Más vidas en las entrañas de tu historia!

¡Más llamados a Ti, más escogidos!


¡Más almas en las filas de la euforia

que aumenten con el son de tus latidos

el Salmo inagotable de tu Gloria!  



III. CONCLUSIONES


El poemario Alumbramiento, a nuestro juicio, constituye un hito en la poesía actual, primero por su bellísima riqueza estrófica: sonetos, décimas, silvas, romances, romancillos, etc y por la variedad de figuras poéticas: metáforas, aliteraciones y muchas otras.


En segundo lugar, Daniel Cotta demuestra con este poemario que se puede hacer poesía y alta poesía, con la materia de un conocimiento de la ciencia de la astronomía.


Y por último, y no menos importante, el autor demuestra un conocimiento profundo de la fe cristiana y, en particular, de los tratados teológicos de Dios Creador, De Dios Redentor y Salvador, de la Escatología y de la Sagrada Escritura. Y muestra cómo se puede escribir alta y sentida poesía con una profunda adhesión y amor a las verdades de la fe cristiana tal y como las propone la Iglesia Católica en su larga tradición y en su magisterio reciente.  



IV. BIBLIOGRAFÍA


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BIBLIA DE NAVARRA. Ed. EUNSA. 2ª ed. Pamplona, 2008.

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ESCRIVÁ DE BALAGUER, San Josemaría. Amigos de Dios. Ed.Rialp. Madrid, 2001, 28ºed

FAZIO, Mariano, Cinco clásicos italianos. La Divina Comedia... Ed. Rialp. Madrid, 2020.

LAPESA MELGAR, Rafael. Introducción a los estudios literarios.Ed.Anaya.Salamanca,1968

LUIS DE LEÓN, Fray. De los nombres de Cristo. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1960.

STEINER, George. Nostalgia del Absoluto. Ed. Siruela. Madrid, 2011.

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