LA SERENÍSIMA VOZ DE MARÍA VICTORIA ATENCIA, POETA DE LA TRANSCENDENCIA EN LO COTIDIANO
Nacida en Málaga el 28.XI.1931, acaba de publicar Una luz imprevista. Poesía completa. El propósito de este artículo es enumerar las características generales de la poesía de María Victoria Atencia y una breve semblanza de su vida como contexto, para centrarnos en un análisis de su poemario Marta & María; elegimos este poemario porque sintetiza muy bien algunas de las señas de identidad de la poesía de Atencia.
1. BREVE SEMBLANZA POÉTICA
Se vincula desde muy joven con la revista Caracola, su obra aparece en ediciones artesanales muy cuidadas, ayudada por su marido Rafael León. Bernabé Fernández-Canivell le orienta en sus primeros libros y lecturas, junto con otros autores como Pablo García Baena y el grupo Cántico de Córdoba. Otros autores con los que conversa y le influyen son Jorge Guillén, que califica su poesía como “la serenísima voz de María Victoria Atencia”, a quien dedica El coleccionista; y Vicente Aleixandre, al que dedica Paseo de la Farola. Contaba más tarde la poeta:
De los dos aprendí el entusiasmo y cómo contenerlo o desbordarlo. De Aleixandre, cierto panteísmo sin reparos. De Guillén, un estar sobre aviso de la confusión (Atencia, 2009, p. 165).
Y también mantiene una abundante correspondencia con Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Rafael Alberti o María Zambrano.
Las lecturas que le han influido más son las de John Maynard Hopkins, T.S Eliot, la mística castellana, especialmente el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, Rilke, Cavafis, Jorge Manrique, Shakespeare, Góngora, Saint-John Perse, Dante, la Biblia, los evangelios apócrifos, Milton, Rosalía de Castro, Bécquer. Pessoa, Emily Dickinson. Y también le han influido autores contemporáneos como Alfonso Canales, Vicente Núñez, Pablo García Baena, Guillermo Carnero, Antonio Gamoneda y Clara Janés, que son citados en sus poemas o les ha dedicado alguno a ellos.
A María Victoria Atencia la crítica la ha situado, de diversos modos: unos, usando el criterio cronológico, en la generación del 50; otros, en la generación novísima; y otros, han resaltado su independencia literaria sin adscribirla a ninguna generación ni por cronología ni por estilo.
Su primera publicación data de 1952. Gana el Premio Adonais en 1961 con el poemario Arte y Parte. Antes, en 1959 Carlos Bousoño ya la incluyó en una Antología de nuevos poetas. José Luis García Martín la sitúa en la segunda generación de la posguerra, pero no en el grupo de poesía social, sino entre poetas con otros intereses, entre los que destaca la tendencia culturalista. Otros críticos, como Juan José Lanz y Miguel Casado, la han incorporado a un grupo dentro de la generación de los 50 calificado como “poetas de la periferia”, entre los que están, además de María Victoria Atencia, Ángel Crespo, Luis Feria, Antonio Gamoneda, Vicente Núñez y Manuel Padorno, entre otros.
Aunque no se ha presentado a premios, ha recibido algunos relevantes: el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2104) por el conjunto de su obra, hasta ahora la única poeta española que lo ha recibido; el Premio de la Crítica (1998), por Las Contemplaciones; el Premio de la Real Academia de la Lengua (2012), por El umbral; el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2010); y su nombramiento como Doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga (2011).
2. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE SU POESÍA
Se distancia de los poetas de la generación del 50 en algunas características que tienen y ella no: el “tono social, los recuerdos de la guerra, el distanciamiento irónico y la excesiva narratividad” (Badía Fumaz, 2021, p. 16). Sin embargo, son características de su poesía, entre otras, un acendrado lirismo; una espiritualidad expresada con gran naturalidad y belleza; su sentido cristiano de la vida, que se manifiesta en los temas y en los contenidos de algunos de sus poemas.
Ha influido en su recepción que durante quince años no publicó ningún poemario:
vuelve Atencia en 1976 a la actividad literaria con sus poemarios Marta & María y Los sueños, que motivaron una revalorización de su obra, que será reivindicada en la década de los setenta por los escritores novísimos, en especial, por Guillermo Carnero y por los del Grupo Cántico (García Baena, 1997, p. 98).
Señalamos otras características de su poesía que han destacado los críticos, en especial Rocío Badía, rasgos que compartimos con ellos:
2.1. Poesía hecha de sencillez, de precisión, de concisión y brevedad y de fijarse en lo pequeño, en la realidad cotidiana y doméstica, y a la vez, de hacerlo con hondura. Pablo García Baena la ha calificado de “maestra de la palabra exacta” (García Baena, 1997, p. 98), Como señala otro crítico al comentar su poemario Las contemplaciones (1997):
María Victoria Atencia sigue desplegando en muchas composiciones de este libro esa capacidad suya de ternura, de atención o desvelo hacia una realidad mínima: un vegetal, un objeto, una leve transición en el espectáculo de la naturaleza (…) y la alusión un sentido práctico femenino: “Esta ropa / ¿será la conveniente?” (…) Oscilación, pues, entre lo doméstico y una propensión mística (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 73).
Y esa evocación de lo cotidiano, María Victoria Atencia lo hace con sencillez serena, con una paz que transmite al lector en sus poemas:
Una de las constantes fundamentales de su pobra es la serenidad en la evocación de lo cotidiano (“María Victoria serenísima”, la llamó Jorge Guillén): una serenidad patente tanto por la expresión como por el enfoque, que encuentra cauce en el ritmo de sus poemas, un ritmo sereno y fluido que, además de ser la base de lo expresivo, se manifiesta en el tratamiento de los asuntos (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, p. 16).
2.2. Depuración formal. Importancia del lenguaje, sin experimentalismo ni vanguardismo, por eso ha declarado en algunas ocasiones:
Mi vida como escritora ha sido una lucha constante a la búsqueda de esas palabras-joya, que deslumbran entre otras y elevan el tono del poema (Atencia 2009).
Resalta Antonio Gómez Yebra que esta es otra característica fundamental de la poesía de Atencia:
En la obra de María Victoria no hay ni un vocablo de más, ningún término fuera de lugar: todo está perfectamente medido y ajustado al ritmo y su biorritmo. Y llama especialmente la atención el final de cada poema, donde muchas veces se efectúa una ágil pirueta que proporciona valor simbólico a lo que se venía abordando (Gómez Yebra, 2014, 48).
En este sentido de la depuración formal es muy interesante el análisis que realiza Antonio Carvajal del poema Godiva en blue jean, de El mundo de M.V., análisis que esquematiza cada perícopa, los encabalgamientos, los incisos retardatorios de cada verso, las consonancias y las asonancias, y así se revela que la musicalidad y la fluidez de la palabra obedecen a una narración y la música interna está al servicio de lo que la autora desea expresar (Carvajal, 2014, p. 85).
Esta depuración formal se manifiesta también en el orden en la poesía de Atencia, cuya primera manifestación es el mecanismo de contención en la expresión:
La contención en la expresión, de tal manera que la depuración amplia el horizonte de los significados: la poeta se aplica con acierto evidente a la meditación de las cosas cotidianas para potenciar su significado simbólico y explicar su singularidad dentro de una esfera de rasgos sémicos habituales, que segmenta para destacar uno sobre los demás por medio de un rentable mecanismo de individualidad semántica: (…) el mecanismo de desautomatización de la percepción (Garrido, Antonio, 2014, 96).
Otros críticos han destacado en la depuración formal y la concisión y brevedad de María Victoria Atencia la relevancia de la elipsis como instrumento para este fin:
De Góngora, los poetas de la generación del 27 aprenden a emplear la imagen hiperbólica, cercana al surrealismo, y María Victoria aprende el trabajo de la palabra y el verso y la elipsis. (…) Se trata de un camino hacia la concreción, que, en el caso de María Victoria Atencia, no está calculado. Puede que ahí se encuentre una de sus claves, ella trabaja el material en sí a fondo, pero no lo somete a cálculos. Y, con todo, intuitivamente, construye el poema como una ecuación y logra un resultado que puede ser cegador (Clara Janés, 2014. 129).
2.3. La poesía como conocimiento; en una entrevista concedida a la prensa comenta:
Es verdad lo que dije en su momento y lo sigo pensando ahora: la poesía dispone de mí, sale en mi busca y sólo en ese momento, yo voy a su encuentro. En cierto modo, la poesía es un salto al vacío sin red (Atencia, 2009).
Y también en otra entrevista en la prensa resalta que su libro El hueco y en el titulado De pérdidas y adioses, no manifiesta una visión negativa, sino una admiración por el mundo y un buscar cómo conocerlo mejor:
Mis poemas no son pesimistas y la nostalgia tampoco está en este libro, que se centra en la búsqueda del conocimiento, de claves especiales para explicar lo complicado, lo tremendo y admirable que es el mundo (Atencia, 2006).
2.4. El culturalismo, no buscado, sino como expresión de lo que lleva dentro, de modo que la cultura es manifestación de su vida; así lo ha declarado en repetidas ocasiones:
Las referencias culturales que salen en mi poesía es porque las vivo y luego las traslado a la escritura: pintura, música, arquitectura forman parte de mi naturaleza. Están vivas dentro de mí. Me siento en ellas como en la poesía (Atencia, 2009).
Como ha destacado Pablo García Baena, Atencia en su poesía une las referencias a la cultura entrañadas en su vida:
La voz de María Victoria no se desparrama en sabidas erudiciones: (…) la realidad vuelve a enseñorearse en imágenes propias. La vida, su vida, está allí con los Médecis, los Tiffany’s, los museos ingleses, en concisas imágenes de luz, nutridas de difícil precisión (García Baena, 2014, 92).
Es elocuente de esta expresión cultural las referencias presentes en su obra a pinturas, como
se advierte explícitamente en el poemario Caprichos, en el que la poeta dedica seis poemas a comentar a Goya, magníficamente estudiado por Maria Payeras Grau en Seis miradas sobre Goya (Payeras, 2014, p. 169-180).
2.5. Una nueva forma de introducir la memoria, como un modo de introspección en el mundo personal. Señala Francisco Ruiz Noguera:
Es muy frecuente en su poesía presentar la percepción del mundo –o la memoria que de este mundo se tiene-, por sus efectos, entrando, a veces, en un clima de indeterminación donde realidad, evocación y deseo se mezclan con sutileza (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, p. 14).
2.6. Cierta tendencia metapoética, sobre todo presente en sus últimos poemarios; en ellos la propia escritura aparece como tema del poema, pero siempre velado por diversos niveles de lectura. Como señala un crítico:
El marcado tono reflexivo de su poesía viene dado por la contemplación, la serenidad, la cadencia del verso, el tiempo suspendido en la admiración de la belleza que la arrastra en su música callada hacia los rincones más cercanos a lo espiritual. Tal concepción del poema como proceso responde a una poesía esencialista y depurada que recurre a la tensión y a la ambigüedad significativa. Uno de los elementos más destacados de su poética es precisamente la vinculación representada en los poemas entre el mundo real y el imaginario, entre el mundo cotidiano y su expresión subjetiva que llevan a una lectura polivalente del texto (Candel Vila, Xila, 2014, 78).
2.7. El interés por el vacío y la muerte, presente en su obra sin inquietud, como ha declarado en una entrevista concedida a la prensa:
Mi naturaleza no se abate ni perturba por el paso del tiempo, ni por la proximidad de la muerte (Atencia 2009).
De todos modos, algunos críticos han detectado en su poemario Las contemplaciones y en otros, señales de una presencia perturbadora del paso del tiempo:
Me parece observar, aquí y allí, indicios de giro en su visión del mundo. Me refiero a esa presencia casi invisible, pero perturbadora y constante, del tiempo. El gozo de la contemplación, el ensimismamiento que derivaba hacia una escritura que era también un acto de agradecimiento por el don de la belleza, o por la realidad sin más, parece ceder paso a una conciencia en la que pesan pulsiones extrañas como el deseo de caída; la sensación de abatimiento, de acecho… A ese ámbito “sin historia, sin angustia, sin sombra de duda” del que habló María Zambrano, lo alcanzan las fisuras. Deja de ser un espacio exento para acoger como huésped –todavía no demasiado imperioso- el ángel de la temporalidad (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 73).
2.8. La atención al detalle material y cotidiano, con una mirada atenta a lo pequeño, que sabe conectar con la grandeza y las grandes ideas del hombre, del mundo y de Dios:
Lo sublime de la inspiración no impide esa atención humilde a la materialidad de las cosas: “y me vuelvo buscando la hoja de papel / que me ha de preservar con sólo su crujido” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).
Esta conexión entre lo pequeño, lo de cada día y los más hondos pensamientos sobre el ser humano los ha destacado José Luis García Martín:
A lo largo de su trayectoria, sus temas son muy variados, abarcando desde lo que pudiera parecer más intranscendente –un frasco de mermelada inglesa, los practicantes de jogging, su gata persa-, hasta las más graves reflexiones sobre el destino humano, sobre el amor y la muerte. Y es que, en realidad, lo que resulta muy variado son los pretextos de los que parten los poemas: un paisaje, un cuadro, el recuerdo de un amigo, cualquier trivial acontecimiento cotidiano. Pero toda esa disparidad viene unificada por una aguda percepción de la fragilidad y el misterio de la existencia (García Martín, 1990, 228).
2.9. La musicalidad, con compás binario.
2.10. Su poesía es una poética esperanzada y de atención a lo positivo. Señala un crítico que en Las contemplaciones, aunque aparecen sintagmas que le eran ajenos, como “nada”, que evoca el vacío:
La afirmación positiva, sin embargo, es irrenunciable: “apuesta por la vida y añade a su grandeza / la levedad, al menos, de un junquillo de marzo. Y en El mirlo, frente a la tentación de la nostalgia, de ese abandono a la irrealidad del pasado, se impone la magia de un presente que primero despierta y luego suspende los sentidos: “En la araucaria, el canto de un mirlo me sostuvo / hasta rayar el alba” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).
2.11. Su espiritualidad y fe religiosa, manifestada de muchos modos en sus poemas, como señala un crítico:
María Victoria Atencia acata la vocación de la escritura con la unción religiosa del que pronuncia el “Fiat” (García Fernández, Eugenio, 1997, p. 74).
Pero esta espiritualidad está arraigada en lo cotidiano y lo pequeño de cada día. Hay en Atencia una mirada contemplativa a lo de aquí, lo de cada día, desde la transcendencia, como señala Francisco Ruiz Noguera:
Ese carácter de mirada y aspiración doble (por una parte, a lo inmediato y, por otra, a lo transcendente). (…) La génesis de la obra de María Victoria Atencia viene a ser consecuencia de la tensión entre dos fuerzas: su arraigo en lo cotidiano y su afán de vuelo (Ruiz Noguera, Francisco, 2014, pp. 10-11).
Esta espiritualidad es explícitamente religiosa y cristiana en algunos poemas y especialmente en el libro Trances de Nuestra Señora, explicada magistralmente con toda su fuerza alegórica por María Zambrano. Juan Antonio González Iglesias lo ha estudiado en algunos trabajos suyos y expresa cómo:
Es evidente que María Victoria Atencia sí ha creído en la Virgen María. O, más claro aún, se le ha hecho presente en un libro definitivo. No hablamos aquí de sus creencias íntimas, que no son distintas, por supuesto. Hablamos de lo que ha sostenido con su palabra poética. En la poesía española (…) ha dicho poéticamente la figura de María y ha pronunciado su nombre para decir su verdad personal (González Iglesias, 2014, p. 111).
2.12. Su andalucismo, al reconocerse “de la estirpe de Bécquer”, donde prevalecen:
la ternura a la energía, el sentimiento a la lógica, la queja a la provocación; la pasión por el lenguaje, la inspiración barroca, la devoción por la menuda realidad circundante, la convivencia, bajo un cálido sol, con una floración a la que asistimos, la resignación a un fario o destino (…), el sentimiento –y de ahí nuestro tono de elegía- de la doblegación que ha pesado siempre sobre nuestra cultura rural (Atencia, 2009, p. 52).
Este andalucismo de María Victoria Atencia lo ha resaltado también José Infante:
Aunque siempre se ha manifestado en su obra y en sus juicios y declaraciones alejada y ajena de todo localismo, es cierto que la obra de Atencia participa de algunas de las características que definen y delimitan lo que podía llamarse poesía andaluza: riqueza y suntuosidad del lenguaje, un cierto barroquismo, culturalismo vital, entronque con la tradición y con los poetas mayores del 27, cuidado de la forma, etc. (José Infante, 2014, 121).
3. ETAPAS DE SU POESÍA
Hay un cierto consenso entre los críticos sobre las etapas de su obra; son las siguientes, según Rocío Badía Fumaz, de los 22 libros de poemas que ha publicado se puede estructurar su carrera poética del siguiente modo:
1ª etapa: la componen sus tres primeros libros: Tierra mojada (1953), Arte y Parte (1961) y Cañada de los ingleses (1961), caracterizados por un vitalismo y una sinceridad que denota una unión sin separación entre poeta y voz poética.
2ª etapa, que comienza quince años después, tras un largo paréntesis sin publicar. Ha sido atribuida esta larga espera a la experiencia de la muerte de sus padres y de su profesor de la escuela de vuelo en un accidente de aviación, al que dedica el poema Réquiem. Rafael León, su marido, poeta y crítico, atribuye esta larga ausencia de la escritura en su esposa a varias razones:
-la no concordancia de la poesía de María Victoria con la poesía dominante en ese momento, que era la llamada “poesía social”;
-el impacto que le produjo leer a Rilke;
-sus ocupaciones domésticas, que le impidieron escribir, pues es madre de familia numerosa;
-el apartamiento de Bernabé, Rafael León y ella misma de la revista Caracola, donde había publicado algunos de sus poemas.
Antonio Gómez Yebra, gran conocedor de la obra de Atencia, añade a estas razones, otras:
También pudo ser porque antes de hablar es preciso meditar, porque antes de regar se hace necesario henchir las fuentes, o porque necesitaba el silencio que traspasa y provoca. O quizás se abstuvo de escribir para entregarse al cuidado de sus hijos cuando más la necesitaban. O, como su apreciada Rosalía de Castro, pretendió apartarse de todo exhibicionismo literario durante un periodo. No han de pretenderse nuevas explicaciones (Gómez Yebra, 2014, 28).
En esta etapa que comienza en 1976, se incluyen sus poemarios: Marta & María (1976), Los sueños (1976), El mundo de M. V. (1978). En estos poemarios destacan la atención a lo cotidiano y lo doméstico; el ocultamiento del autor, ahora sí, en varios desdoblamientos ficcionales; la introducción de referencias autobiográficas.
3ª etapa, que abarca desde 1979 a 1984. Durante ese tiempo publica El coleccionista (1979), Compás binario (1984) y Paulina o El libro de las aguas (1984). Se consolida el culturalismo, pero con referencias muy personales a la pintura, la música o el arte.
4ª etapa, que transcurre entre 1986 y el año 2000. Durante este tiempo publica Trances de Nuestra Señora (1986), De la llama que arde (1988), La pared contigua (1989), La intrusa (1992), El puente (1992), A orillas del Ems 1997) y Los niños (2000). Su poesía se vuelve más reflexiva y espiritual.
Esta cuarta etapa continúa con varios poemarios más en esta misma línea de reflexión y espiritualidad: El hueco (2003), De pérdidas y adioses (2005), El umbral (2011), con un abundamiento en la espiritualidad, la fe en la vida y la contemplación de la realidad, apareciendo una mayor presencia intertextual de la mística. Además, ha publicado varios poemas hasta entonces inéditos en Las iluminaciones (2014) y en El fruto de mi voz (2014); y varios poemas titulados “de juventud” (con motivo de la Navidad) y también varios inéditos incluidos en Semilla del Antiguo Testamento (2020).
4. ANÁLISIS DE MARTA & MARÍA:
Es uno de los libros de María Victoria Atencia que más ha llamado la atención de la crítica y ha sido más estudiado. Se abre con una cita de Guillermo Carnero, al que atribuye Atencia el orden
y justificación de los poemas incluidos (Atencia, 2009, p. 164):
Yo escribí ese libro en un momento de tensión y angustia ante un posible desgajamiento y supone mi reencuentro con la escritura después de quince años de silencio. Es decir, que yo desperté de nuevo a la poesía por aquella tensión que encontraba así su modo de estallar y de expresarme. Marta y María, como bien se sabe, tenían un parejo amor –pero “expresado” de distinto modo- por el Amigo de su hermano. Ambas buscaban su perfección en Él y es ahí donde realmente se hermanan: por eso suelo escribir ambos nombres unidos por la cifra &. Aparte de que esa cifra sea también un modo de decoración y una referencia a nuestros viejos impresores. En aquel momento, Marta ofreció todo su quehacer al Amado. María, más allá de eso, eligió la renuncia a cuanto no fuese Él (Ugalde, Sharon Keefe, 2017, p. 6).
Puede ser ilustrativo conocer el contexto del libro, es decir, los pasajes del Evangelio a los que se refiere, pues todo el libro está impregnado de la historia bíblica de la familia, amiga de Jesús de Nazaret: Lázaro y sus hermanas, Marta y María, que vivían en Betania y que eran amigos de Jesús, hasta tal punto que muchas veces, cuando Jesús de Nazareth viajaba a Jerusalén, se alojaba en la vecina Betania, distante de Jerusalén un poco más de un kilómetro. La tradición cristiana conserva el lugar de esta casa, convertida en iglesia; y el de la tumba donde estuvo enterrado Lázaro cuatro días, según el relato bíblico, que aún se puede visitar.
Lógicamente, el conocimiento de los relatos de los Evangelios proporciona una clave de lectura, y a la vez no agotan la significación del poemario, que, como toda obra de arte, está abierta a muchas posibles lecturas, siempre que no contradigan la esencial que acabamos de señalar. La propia autora ha resaltado que todo el libro está escrito desde la perspectiva de Marta, salvo el último poema, que refleja la mirada de María. Como ha señalado Badía:
la dualidad presente en el título nos propone dos formas de vivir, la vida activa y la vida contemplativa, pero no nos aboca a la elección, sino que sugiere el conflicto entre los dos impulsos y, a la vez, la necesidad de ambos (Badía Fumaz, 2021, p. 46).
Vamos a analizar algunas características del poemario y algunos poemas. He identificado diez características y vamos a verlas a continuación:
4.1. Referencias culturales en sus poemas, que, como hemos dicho, no son buscadas ex professo, sino que surgen de su vida, de sus lecturas, de su interior en definitiva. Por ejemplo, en Saudade (Atencia, 2021, p. 162), con sus referencias a Haendel, Corelli y Rosalía de Castro:
La ventana da a un mar gris plata, con su jábega,
y hay en el cuarto música de Haendel y Corelli.
Repaso tu tristeza, Rosalía.
Si pudieras cederme tu correlato justo
de saudade, alcanzara a dejar este peso
y a subir poco a poco por tus altas ternuras.
¡Qué reseco este sur y qué húmeda tu tierra!
En Padrón me dirás el nombre de las flores.
Confrontaremos épocas, repasaremos cartas,
tu bargueño abriré más que exhaustivamente.
Déjame que me vea reflejada en tu espejo
y no falte a mi canto la palabra precisa.
4.2. En cuanto a la forma, concisión, equilibrio, serenidad. Concisión que busca, como acabamos de leer “que no falte a mi canto la palabra precisa”. Y una perfección formal rítmica y métrica: “Brevedad, con tendencia al verso blanco alejandrino, sobre todo, y preferencia por la rima asonante,
cuando la hay” (Badía Fumaz, 2021, p. 26).
4.3. Imágenes que exploran la debida proporción entre la realidad y su expresión bella, como por ejemplo en el Poema Puerto Banús (Atencia, 2021, p. 158), en el que aparece reflejado el puerto y sus yates en un cristal de una boutique vacía y el puerto es bello, pero desluce en los cristales, los mástiles de los barcos y unos galgos afganos también declinan su belleza; hay misterio y una luz imprevista:
Bello y triste a la vez este puerto llovido
que la montaña enmarca y perfilan los barcos.
Todo es melancolía. Bandejas de pañete
olvidan corazones y cruces de cristal
de roca para el cuello de alguna enamorada.
Desluce en los cristales de una boutique vacía
el aire de los mástiles, y los galgos afganos
declinan su belleza. Balancean los yates
historias ocultadas a los lentos peatones.
Todo tiene el misterio de una luz imprevista.
Parece que le hubiéramos dado la vuelta al mapa.
4.4. Esta realidad cotidiana está presente en su poesía y es para ella fuente de conocimiento de sí misma y de la transcendencia. Ha sido calificada de poeta de la atención (Ugalde, 2017, p. 17), receptora de la realidad (Ciplijauskaité, 1998, p. 39). Por ejemplo, aparecen con frecuencia en sus poemas fechas: “1 de diciembre”, “Adviento”, abril, junio, San Juan, 28 de noviembre, tres de mayo. P. e. el poema 1 de Diciembre (Atencia, 2021, p. 157), en el que, además de las fechas del 1 de diciembre y de Adviento, salen los jardines, el viento del poniente, los peces, las orillas, el serrín, las muñecas de trapo, las tejas, los aleros, los barcos, la lluvia, los sauces, el recental, el frío y concluye: “estuvo a punto el té, como todos los días”:
Marchaba por su curso el Adviento y se estaban
quedando los jardines a merced del poniente.
Algunos animales prosiguieron en celo.
Escurrían los peces su plata en las orillas.
Derramaban serrín las muñecas de trapo
y sintieron las tejas verdecer sus aleros.
La tristeza de los barcos no aumentó con la lluvia
ni lloraron los sauces más de lo conveniente.
Encontró el recental las ubres deseadas.
Ajenos, los amantes continuaron su sueño.
Y aunque el frío finísimo paralizó mi sangre,
estuvo a punto el té, como todos los días.
Esta realidad cotidiana está constituida de lugares como Puerto Banús, Padrón, Calle del Ángel o como el cuarto donde vive y el lecho donde duerme, en el poema El lecho (Atencia, 2021, p. 165), que concluye deseando un hálito nuevo para llevar a cabo el empeño cotidiano de la vida:
Hace caer el ánimo el final de la noche,
su abierto ojo con pupila de acero.
Llega por las rendijas un primer testimonio
de cuanto quedó afuera. Esperarse no puede
que la sonrisa torne, pues que la pena vive
en este cuarto solo de dolor y llanto.
Sobre su centro gira el lecho endurecido,
y recojo su carga pues no debe encontrarme
su luz desprevenida y buscando en un hueco
que mis manos se saben de recorrer ansiosas.
Ha de mecer un hálito mi pecho nuevamente
para llevar a cabo el cotidiano empeño.
4.5. La espiritualidad. Y específicamente la fe cristiana que profesa. Su adentramiento en el misterio, en cierto modo, como una mirada mística y un sentimiento de anhelo. En todo el poemario
está presente el relato bíblico de Lázaro, Marta y María y su relación con Jesús de Nazareth, como intertexto, con diversas manifestaciones: no hay que olvidar que parte del relato bíblico de esta familia es la resurrección de Lázaro, el hermano de Marta y María. Varios poemas tienen presente esta historia, como el poema Día de la ira (Atencia, 2021, p. 161), Blanca niña muerta habla con su padre (Atencia, 2021, p. 163), en el que escribe versos como estos: “Tanto amor tuyo tengo que no te estoy ausente” y concluye “Sonríe, pues que vives solo para lo bello”.
4.5.1. La tensión entre lo ordinario o cotidiano y la irrupción de lo extraordinario, por ejemplo, en el El Viaje (Atencia, 2021, p. 172):
Esta ha sido mi casa, mas no me reconoce
cuanto en ella guardé. El tiempo cambia el gesto,
la luz y los encuadres de las cosas más propias.
Debió darme el viaje apariencia distinta,
por eso no hubo júbilo en lo que atesoraba:
el ala de un gran pájaro los cuartos ensombrece.
Entornaré los ojos, me acercaré despacio
y palparé uno a uno los lomos de mis libros.
Me llegaré a los bronces por si al tocarlos tienen
la medida del frío que requiere su vida.
Esta querencia mía encauzarla quisiera
para ver si con ella renace su ternura.
4.5.2. El doloroso esfuerzo por sobrevivir con dignidad: en varios poemas, como por ejemplo, El duro pan (Atencia, 2021, p. 170), que resaltan con vigor los infinitivos de cada verso y las acciones de los verbos: huir, desgajarme, morder, ahogarme, salirme, prenderme, clavar, hacer trizas, hundirme, invadir, reventar; y los sustantivos y adjetivos: insomnio, la última gota, angustia, dolor, lágrimas, duro, egoísmo, tumulto, desamor, collar de escarcha, agujas oxidadas, sienes que pesan, peso impuesto, hiel:
El insomnio beberme hasta la última gota.
Huir campo a traviesa, de par en par los brazos.
Conocer de qué angustia me llegan mis poemas.
Desgajarme el vestido con dolor y sin lágrimas.
Morder el duro pan del egoísmo ajeno.
Ahogarme en el tumulto que por dentro me invade.
Salirme del teatro que a diario me ofrecen.
Prenderme el desamor con un collar de escarcha.
Clavar en mi acerico oxidadas agujas.
Hacer trizas las horas que en las sienes me pesan.
Hundirme poco a poco con este peso impuesto.
Aguardar el momento en que la hiel reviente.
Este esfuerzo por vivir la vida diaria con dignidad, a pesar de la dificultad, tiene un lugar para la esperanza: en el poema La gallina ciega (Atencia, 2021, p. 171), en el que la poeta busca un estímulo que la mantenga viva desde que sale el sol hasta el ocaso, sin pañuelo que ciegue su vista y atempere las dificultades, pero acaba con el verso: “Si un valle me encontrara, alzara allí mi tienda”. Más explícita en la esperanza es en el poema La moneda (Atencia, 2021, p. 168); en él se esfuerza por buscar lo bueno de la vida y concluye:
En este instante mismo en que tu limpia sangre
se sabe acorralada y te sube la marea
tenazmente a la boca y en la entraña te surge
un poco de arrebato y eres un ave herida
con un lejano nido y sin poder de vuelo,
y en tus muros salpican quebranto y amargura,
es cuando tú debieras acercarte hasta el arca
de recuerdos guardados por tiempos y estaciones,
que te adornes el pelo con blancos edelweis,
que te sirvan de gloria sus cartas iniciales
y cobres la moneda que un día te entregara:
como tu vida misma, tiene anverso y reverso.
4.5.3. La renuncia vinculada a la desposesión y a la entrega, como en el poema Dejadme (Atencia, 2021, p. 163), en el que la poeta vuelve a su madre:
Dejadme como cuando nací desnuda y sola,
vacía de palabras, sólo aire en el pecho,
y en mis venas corrían los cursos de un arroyo.
Que vuelvan a su origen los gestos usuales
y que al abrir mis ojos solo penetre en ellos
un punto de luz pura.
Que por la enredadera de las horas se pierdan
mi memoria y mi nombre. Que el tacto de las rosas
me abandone en la tarde, y en la humedad del alba
retorne nuevamente al olor de las juncias.
Dejad que sin zapatos siga andando y regrese
de muy lejos al pecho caliente de mi madre.
4.6. La importancia de lo concreto, como influencia de Jorge Guillén. Y, en particular de lo doméstico, como en el poema Con la mesa puesta (Atencia, 2021, p. 167), en el que representa una escena familiar: Con la mesa dispuesta, con los sitios precisos / (…) donde comemos seis, bien pueden comer siete / y el pan compartiremos y la sal de las horas / (…) Las risas de los niños / seguirán sobre el blanco mantel de bordados / aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos.
4.7. La referencia autobiográfica es continua también en todo el poemario, aunque más o menos velada, porque el poemario también desea transcenderse, como en Mujeres de la casa (Atencia, 2021, p. 164), en el que aparece el gusto por lo concreto y cotidiano y por lo doméstico:
Si alguna vez pudieseis volver hasta encontrarme
(bordados trajes, blancas tiras, encañonados
filos para el paseo, palomas de maíz,
28 de noviembre, calle del Ángel, 1),
mujeres de la casa,
cómo os recibiría, ahora que os comprendo.
Quebraba vuestro sueño con sobresalto súbito,
y espantabais mi miedo deslizando las manos
por mis trenzas tirantes, me limpiabais los mocos
y endulzabais mi siesta con miel de Frigilania.
Dejadme ir a vosotras, que quiero, blandamente,
patear como entonces vuestro animal regazo.
La infancia, recordada y revisitada desde el presente, que lleva a una vuelta a las raíces y al origen de su vida, como en el poema Muñecas (Atencia, 2021, p. 164), en el que la poeta rememora las “muñecas que pasasteis un día por mis manos”, y llegan al embozo de su cama con fiebre y le ayudan en su vida presente, que quiere más poseída, vivida, incorporada, “como un vaso de fresca naranjada reciente”.
4.8. La reflexión sobre el paso del tiempo, como este poema titulado San Juan (Atencia, 2021, p. 160), en el que el protagonista es el tiempo, que la autora quiere detener, tiempo de junio en el que florece la jacarandá azul, que ya la está dejando, el solsticio, el fruto de la higuera que estalla, la vida que pasa: hoy, ayer, mañana, con rapidez y sin tregua y el tiempo siempre y las horas que pasan y la poeta quiere sujetarlas:
Junio, jacarandá azul que ya me dejas,
llévame de la mano al fuego del solsticio
con candelas que salte mientras se extiende el trébol
y me persuade un mar que belleza asegura.
Inciertas margaritas mullen el campo a golpes
y el fruto de la higuera estalla en leche y miel.
La vida me recorre, hoy, ayer y mañana,
con rapidez sin tregua y no suspenso giro.
El tiempo, el tiempo siempre; el tiempo, el tiempo, el tiempo:
Saltaré mientras dure la comba de las horas.
Mi salteador, el tiempo. ¡Oh, sujetadme a un tronco,
sujetad este pie, sujetad esta noche!
4.9. La anticipación de la vivencia de la muerte, p.e. en este poema titulado Entre los que se fueron (Atencia, 2021, p. 158), en el que parece que la poeta visita un cementerio con sus mármoles y avenidas, su silencio, sus nombres entrelazados en las lápidas, sus verjas y la predestinación; y aquí, bajo esta luz encuentra el significado preciso de la vida como un libro abierto:
Entre los que se fueron, por estas avenidas
voy más llena que nunca. Roza la primavera
mi piel como un anuncio de lo que se avecine.
Mármoles y naranjos, el rumor de una abeja
y un silencio tan solo comparable al momento
en que van a cruzarse dos predestinaciones.
Narcisos dejaré más allá de esta hora
y que toquen sus pétalos nombres entrelazados.
Fuera de este recinto está el vacío sobre
la ciudad anhelante a cuya luz me encuentro
con el significado preciso de la vida
como un libro que abriese de par en par sus verjas.
También en muchos otros poemas está la anticipación de la muerte, como en La maleta (Atencia, 2021, p. 166), pues la poeta guarda una maleta, con ediciones preciosas de san Juan de la Cruz, rosas de Alejandría, los Cuadernos de Malte en referencia a Rilke (de nuevo la cita mística y culturalista), pero concluye:
Mas no podré pasarlos: se va allí de vacío
si, por añadidura, no se nos ofreciera
otra riqueza contra la que prevalece
el paso de los tiempos.
O el poema Expolio (Atencia, 2021, p. 166), que concluye: “Es tiempo de aprender a morir poco a poco”. Más explícita sobre la muerte es Atencia en el poema Con la mesa dispuesta (Atencia, 2021, p. 167), que encabeza con una entradilla que reza: “Y un solo trago, la muerte”:
Con la mesa dispuesta, con los sitios precisos
ya que no te esperábamos, me llegas de repente
sin que puedas por eso hallarme desaviada:
donde comemos seis, bien pueden comer siete,
y el pan compartiremos y la sal de las horas
sobre nuestras cabezas.
Porque tengo hecho el ánimo y no ha de notar nadie
ningún cambio en mi rostro. Las risas de los niños
seguirán sobre el blanco mantel de bordados
aunque sienta en acecho, mientras sirvo, tus ojos.
Tragar ya me es difícil. La garganta está helada.
Marcharé sin protesta allí donde me lleves.
O en este otro poema, Casa de Blanca (Atencia, 2021, p. 169), en el que la poeta recuerda a su amiga, ya muerta:
No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre:
el árbol de las venas bajo mi piel se pudre
y una astilla de palo el corazón me horada.
Porque tú no estás, Blanca, tu costurero antiguo
se olvida de los tules, y el Niño de Pasión
va llenando de llanto el cristal de La Granja.
Tiene el regazo frío tu silla de caoba,
tiene el mármol tu quieta dulzura persistida
y bajo tu mirada una paloma tiembla.
Perdidamente humana pude sentirme un día,
pero un mundo de sombras desvaídas me llama
y a un sueño interminable tu cama me convoca.
4.10. Y, como un hilo que une todo el poemario, el yo lírico que intuye la transcendencia en lo ordinario, en la cotidianidad del momento, en el que se encuentra el amor que supera el dolor, que se abre y acoge, el amor que da sentido último a la vida. La poeta encuentra la transcendencia y encuentra a Dios en lo cotidiano; a decir de un santo del siglo XX: “Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes (…); toca a cada uno descubrir ese algo divino que en los detalles se encierra, pues en la línea del horizonte parecen unirse el cielo y la tierra, pero donde de verdad se juntan es en vuestros corazones” (Escrivá de Balaguer, 1986, p. 236 y 238). En el poema Heredarán los campos (Atencia, 2021, p. 162), dice así:
Ahora que quiero hablar, dame todas las fuerzas
de las que he carecido. Pues se te fue la mano
en amor y dulzura, y así no me es posible
despojarme de un miembro en un momento dado.
Podré cortar con fuerza, construir, destruir
de nuevo si es preciso, sacar el alma a flote.
¿A quién he de temer, si la razón me asiste?
Mas ser el centro y eje donde todos se apoyan
hace que el cantearme me resulte más duro.
Los que nada poseen heredarán los campos
Y serán levantados sobre viento y marea.
Y siempre omnipresente, como intertexto, la historia evangélica de los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María. En el poema Si la belleza (Atencia, 2021, p. 171) se transparenta el jarro de perfume que llevó María y lo rompió derramándolo sobre los pies y cabellos de Jesús y éste comentó, ante las críticas que le proferían: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra conmigo. (…) Ha hecho cuanto estaba en su mano: se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura” (Mc, 14, 6-8):
Si la belleza debe ceder en su frescura
no dejes que se extinga en mí su poderío,
pues si di preferencia a otros dones, no tuve
en menosprecio el alto valor de tus obsequios:
la posible hermosura de que tú me colmaste
o que así parecía a quien más que a mí quise,
porque me concediste gozar crecidamente
de apasionado amor, con exceso llenando
el jarro que dispuesto llevé para la cita.
Resquebrajado el barro, sin lañas ni remiendos,
déjame una prestancia que demore a la muerte.
Esta escena que sucedió a María en casa de Simón el fariseo, concluye con el elogio de Jesús a María, dirigiéndose a Simón: “Por eso te digo: le son perdonados sus muchos pecados, porque ha amado mucho” (Lc, 7, 47). Y esta verdad conmovedora del amor de los tres hermanos por Jesús de Nazareth es el que se refleja, ya sin velos, en el último poema del libro, titulado Marta y María (Atencia, 2021, p. 173), en el que la poeta da voz a María, que habla a Jesús sentada a sus pies, como muestra el Evangelio de San Lucas (Lc, 10, 38-42):
Una cosa, amor mío, me será imprescindible
para estar reclinada a tu vera en el suelo:
que mis ojos te miren y tu gracia me llene;
que tu mirada colme mi pecho de ternura
y enajenada toda no encuentre otro motivo
de muerte que tu ausencia.
Mas qué será de mí cuando tú te vayas.
De poco o nada sirven, fuera de tus razones,
la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto.
Eres todo mi ocio:
qué importa que mi hermana o los demás murmuren,
si en mi defensa sales, ya que solo amor cuenta.
5. CONCLUSIONES:
5.1. María Victoria Atencia es una poeta con 22 poemarios con unas constantes en su poesía desde el principio de su creación y ha sido integrada en la generación de los cincuenta, en los novísimos o como una autora independiente.
5.2. Las características formales de su poesía son la concisión, la brevedad, la búsqueda de la palabra exacta, la precisión, la sencillez. Acude casi de modo habitual al alejandrino y a la rima asonante, cuando la hay.
5.3. Desde el punto de vista del contenido sus temas son la vida cotidiana, incluso doméstica, lo concreto; frecuentes referencias autobiográficas; el paso del tiempo, la muerte como una realidad cercana.
5.4. Hay frecuentes alusiones culturalistas, que surgen naturales del propio poema.
5.5. La espiritualidad y fe religiosa cristiana que se manifiesta expresamente en algunos poemas e implícitamente en el modo de abordar la vida cotidiana de modo esperanzado y la muerte como una antesala de la vida nueva.
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