El auge de la literatura histórica, sobre todo de la novela, es notable, aunque no sea oro todo lo que reluce. No cabe duda de que un escritor puede emplear algunas licencias, como la invención de personajes y de situaciones, para redondear la trama..., que serían rechazables en un historiador, que ha de investigar y analizar los acontecimientos con rigor científico. Las peculiaridades apuntadas no quitan mérito a la buena literatura histórica. Por poner un ejemplo, pienso que muchas novelas de Galdós describen magníficamente la sociedad española del siglo XIX y ayudan a entender y a situar los hechos históricos.
Sin embargo, me parece que el uso de las licencias literarias tiene sus límites. Acabo de leer "Los conserjes de San Felipe (Cádiz 1812)", la última obra de José Luis Alonso de Santos, uno de los mejores dramaturgos actuales, en mi opinión. Se ha documentado a fondo, la calidad literaria es alta. No obstante, la lectura me ha suscitado una duda ética: ¿es lícito inventarse un hecho reprobable -una violación- y atribuirlo a un personaje histórico, como hace el dramaturgo con D. Pedro de Quevedo y Quintana, obispo de Orense, aunque no cite su nombre, para introducir a otro personaje, este ficticio, y dar mayor dramatismo a la trama? Pienso que no todo vale. Luis Ramoneda
domingo, 6 de mayo de 2012
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