jueves, 17 de septiembre de 2015

"El regreso de las tropas del frente", de Alfred Döblin, tercer volumen de "Noviembre 1918"

“El regreso de las tropas del frente”, forma parte de la trilogía del escritor alemán Alfred Döblin, “Noviembre 1918”. La primera parte es “Burgueses y soldados”, de la que ya he escrito. En la segunda parte, que consta de dos volúmenes, “El pueblo traicionado” y este tercer “El regreso de las tropas del frente”, sigue describiendo con pluma magistral los hechos históricos y su evolución desde dentro, desde los personajes, sus caracteres, sus ambiciones y sus derrotas, tanto los grandes protagonistas de la historia, como los no menos importantes, pequeños protagonistas. En la tercera parte, “Karl y Rosa”, relata la revolución espartaquista, de carácter comunista bolchevique, y su fracaso. Me centro ahora en el Volumen II, de la segunda parte: “El regreso de las tropas del frente”, o sea, el tercer texto, que comienza en torno al 8 de diciembre de 1918. El volumen, de 637 páginas en la magnífica edición de EDHASA, preparada y traducida por el profesor Carlos Fortea por primera vez al castellano, comienza con el viaje del Presidente de los Estados Unidos de América a Europa a bordo del George Washington, con el fin de negociar las condiciones del tratado de paz, precedido de sus famosos 14 puntos para la paz, entre los que se encontraba la creación de la Sociedad de Naciones, precursor ineficaz de la ONU, para evitar los conflictos internacionales y solucionarlos; y concluye este primer capítulo: “pero Wilson no sabía lo que le esperaba en Europa”. El volumen termina con la firma del armisticio y la detallada descripción de las negociaciones, que la precedieron: Clemenceau, Lloyd George, Orlandi y otros personajes desfilan por sus páginas con sus grandezas y miserias, pero sobre todo destaca el Presidente Wilson, profesor y estudioso universitario, con sus intentos fallidos por establecer una paz duradera y justa en Europa. En el libro también aborda cómo vivieron esos momentos de la historia de Europa los intelectuales, centrándose en algunos, como el dramaturgo Stauffer y los descubrimientos que la guerra le presenta. Y, sobre todo, el drama de tantas familias que perdieron a sus hijos en la guerra. El teniente Becker simboliza la catarsis de toda una generación que entró en crisis con la guerra y cómo a través del dolor y la ayuda de otras personas, pasa por un largo proceso en el que no faltan densos y conmovedores diálogos con la enfermera Hilde, con su madre, con su amigo Maus, con un capellán castrense… y, sobre todo, sus dudas y tentaciones, y cómo sale fortalecido y consolado después de una experiencia en la que reza y se encuentra espiritualmente con Jesucristo, el Salvador. El libro adquiere también mucho interés por los acontecimientos históricos que narra: Döblin se ha documentado e inserta discursos auténticos de los protagonistas de la Historia, datos del número de víctimas militares –seis millones de muertos y varios millones más de heridos- y civiles; describe también los escenarios de uno de los momentos más dramáticos de la historia de Europa y del mundo. Döblin demuestra un profundo conocimiento del alma humana por su doble condición de psiquiatra y converso al catolicismo, al que se une su experiencia en primera persona de las historias que narra en su novela. Alcanza altísimas cotas de belleza y dramatismo, porque trata con gran acierto y sin tapujos los conflictos que debió padecer él y tantos compatriotas suyos, y da una salida, un sentido a tanto dolor y devastación: Jesucristo, el Salvador, como señala Döblin en una de las páginas más conmovedoras de la novela.

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