sábado, 24 de enero de 2015
Pla del Castillo, de Rafael García Serrano
"Plaza del Castillo", de Rafael García Serrano
258 páginas, en la edición que hizo el diario El Mundo de las Cien mejores novelas del siglo XX en España.
Libro publicado en 1951, que narra la vida y el ambiente que se respiraba en Pamplona (Navarra) desde 6 hasta el 19 de julio de 1936, durante las fiestas de San Fermín y los días posteriores, hasta la rebelión contra las autoridades de la República, primero de las tropas españolas en África, y luego en Pamplona, al mando del General Mola, y en otras ciudades, con el comienzo de la guerra civil española.
Recientemente, el escritor Eduardo Mendoza rememoraba en una entrevista en el diario El País la recuperación de la literatura falangista. Entre estos autores, por citar sólo a dos, destacaron Agustín de Foxá ("Madrid de Corte a Checa", que pasa por ser una de las mejores novelas sobre los días de la guerra civil en Madrid) y Rafael Gracía Serrano con su trilogía sobre la guerra civil, de la que "Plaza del Castillo" es la primera entrega.
Literariamente muy bien escrita, con gran riqueza expresiva en el vocabulario, y en la construcción de los personajes y de las historias.
Refleja una visión cristiana de la vida, más cultural y patriótica que profunda: no había llegado a calar en las convicciones del autor el Concilio Vaticano II ni sus precursores, con la llamada universal a la santidad y la santificación en la vida familiar mediante el ejercicio de las virtudes cristianas. Hay un canto a la fe de la Iglesia y a la práctica religiosa, pero más tradicional que profundamente vivida con todas sus consecuencias, que hace verosímil el dicho que algunos maledicientes atribuían al navarro: "mira que condenarse por el dogma...", como señalando que mejor no condenarse, pero puestos a ello, lo propio sería por la conducta moral... En la novela se narran, si bien sin descripciones, diversas conductas morales poco acordes con las creencias que manifestaban tener y defender con gran ardor. Dicho esto, sin quitar mérito al autor sobre las bellísimas páginas dedicadas a la oración del sacerdote, don Inocencio, o a la consideración de la fe cristiana como raíz fecunda de la cultura y la historia de España y de Europa.
Ideológicamente, el autor apuesta por la visión política de los que se alzaron contra las autoridades constituídas de la República, que se deslegitimaron, a juicio del autor, por sus injusticias y atropeyos. Pero este punto de vista ideológico es compensado -para los que no piensan como el autor- por la alta calidad literaria de la novela, que merece la pena leer.
La novela es un canto también a la ciudad de Pamplona y a Navarra, y los que conocen la ciudad y el antiguo Reino de Navarra y su historia y sus gentes, disfrutarán mucho con la lectura.
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