martes, 18 de marzo de 2008

Berdiaeff, Gilson, Mounier, Maritain, Chesterton, H. Belloc, Dawson, T.S.Eliot (libro de Mariano Fazio)


Acabo de leer un libro del Prof. Mariano Fazio titulado: "Cristianos en la encrucijada. Los intelectuales cristianos en el periodo de entreguerras". Ed. Rialp, Madrid 2008, 298 pags, que trata de estos ocho intelectuales europeos. Incluye una breve biografía de cada uno y un estudio sobre el análisis que hizo cada uno de la crisis de la cultura occidental, diagnóstico y soluciones. Es un libro muy sugerente, que abre la puerta a otras lecturas de estos autores, que previeron muchos males que nos aquejan ahora y aportaron propuestas para abordarlos y superarlos. Lo recomiendo y me gustaría saber qué os parece.
Me parecen muy sugerentes e ilustrativas del contenido del libro sus conclusiones:
"No obstante la diversidad de las posiciones intelectuales de los ocho autores que hemos estudiado, es posible encontrar algunos principios comunes que estarían en la base de las propuestas cristianas de solución de la crisis cultural del período de entreguerras.

El primer principio común es la afirmación del carácter público del cristianismo. Todos los autores analizados intentan superar la concepción decimonónica liberal de la religión, considerada como elemento privado de la conciencia individual que no debería manifestarse en la vida social. Según la óptica de nuestros autores, precisamente la exclusión de Dios y de los valores trascendentes en la vida social es la causa de esta situación crítica de desorientación, que se mueve entre el voluntarismo totalitario y el nihilismo de la desesperación. Conceptos tales como la transfiguración cristiana de la sociedad (Berdiaeff), la creación de un orden católico (Gilson) o de una nueva cristiandad (Maritain), la revolución comunitaria y personalista (Mounier), la sociedad cristiana (Eliot), etc., ponen de manifiesto distintos proyectos de reforma social a partir de la presencia pública de la fe cristiana. Dicho carácter público no implica un retorno a la cristiandad medieval: Berdiaeff, Gilson, Maritain, Mounier, Dawson y Eliot son particularmente claros al respecto. Se trata más bien de hacer valer en la Modernidad la inspiración cristiana en las costumbres de los pueblos y en las instituciones sociales, dentro del marco de reconocimiento de la legítima autonomía de lo temporal. En este contexto, autores como Gilson, Mounier, Maritain y Dawson son «anticlericales» en sentido cristiano, es decir que combaten la confusión entre el orden natural y el sobrenatural de una cierta tradición clerical, y se constituyen en impulsores de una línea doctrinal que llegará a su ápice en el Concilio Vaticano II, en particular en la Constitución Gaudium et spes.

El segundo principio, presente en todos los intelectuales estudiados, es el de la necesaria coherencia entre fe y vida por parte de los creyentes para volver a dar tono cristiano a la sociedad. Dicha coherencia implica el fiel cumplimiento de los deberes políticos y sociales, familiares e individuales, y una actitud activa que promueva cambios en las estructuras de la sociedad, para hacerla más digna de la persona humana. Gilson y Dawson son quizá quienes hayan insistido más en la necesidad de ser, como decía el historiador francés, «en primer lugar, católicos». Es decir, la transfiguración cristiana de la sociedad será una realidad en la medida en que la fe se encarne en la vida cotidiana de los cristianos, alejándose de concepciones aburguesadas o meramente tradicionales de la vida cristiana. No en vano, el ejemplo de la primitiva cristiandad aparece repetidas veces en las páginas de los ensayos que hemos analizado.

Un tercer principio común es el que otorga a los intelectuales cristianos un papel de primer orden en el cambio de paradigma social. Si hay que sacar todas las consecuencias sociales, políticas, económicas y culturales del Evangelio, se hace necesaria la reflexión cristiana para renovar el sistema político, las estructuras económicas y para difundir una visión del hombre que, superando el materialismo y el escepticismo, se vuelva a poner en contacto con la trascendencia, fuente de sentido existencial. Las élites profesionales cristianas, unidas en lo esencial de la fe, y proponiendo diversas soluciones técnicas para resolver los problemas que las circunstancias van presentando, han de hacer de fermento en medio de la masa. Es digno de notar que ninguno de los autores promueve un partido único de los católicos o de los cristianos, sino que más bien se subraya el pluralismo de las opciones políticas dentro de la coherencia con los principios de la fe y de la moral cristianas. Será éste otro elemento que encontrará eco, décadas más tarde, en el magisterio conciliar.

En la mayoría de los autores estudiados se advierte también que la situación cultural crítica exige heroicidad en el testimonio cristiano: es decir, la santidad. En ese mismo periodo de entreguerras, San Josemaría Escrivá publicaba en Camino: «Un secreto. —Un secreto a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. —Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana. —Después... "pax Christi in regno Christi" —la paz de Cristo en el reino de Cristo» (ESCRIVÁ DE BALAGUER, J., Camino, cit., n. 301. 281). En un ámbito distinto al del intelectual cristiano, el santo aragonés difundía el mensaje de la llamada universal a la santidad a través de la santificación de las circunstancias ordinarias de la vida. En los años de entreguerra todavía prevalecía la visión de una santidad ligada a los moldes de la vida religiosa. Pero aquí y allá se van vislumbrando intuiciones que tienden a la toma de conciencia de la santidad como meta última de la fe vivida. Para instaurar la paz de Cristo en el reino de Cristo —lema del pontífice que gobierna la Iglesia entre 1922 y 1939, Pío XI— no eran suficientes nuevas ideas o nuevos métodos inspirados en el cristianismo: se exigía el testimonio heroico de los cristianos.

¿No son estos mismos principios —carácter público de la fe, coherencia entre fe y vida, responsabilidad de los intelectuales cristianos, lucha por la santidad— los que podrán orientar hoy a los cristianos en la construcción de un mundo más humano, más fiel al proyecto originario de Dios para la ciudad de los hombres?

2 comentarios:

Bert dijo...

Acabo de hojear este libro que nos recomienda. Me ha atraído por los pensadores que se citan en su portada. Me interesa la visión de conjunto que pueden dar estos cristianos ante una situación social de crisis moral. Nosotros no acabamos de salir de una guerra, pero la situación actual en la sociedad española también contrasta fuertemente con la cultura del respeto a la dignidad de la persona, a la que estamos llamados como seres humanos.
Me interesan las soluciones que estos intelectuales cristianos pudieron entrever a su situación. Cambiando las circunstancias, a lo mejor nos dan luces para los nuestros momentos de oscuridad.
Espero leerlo despacio en los próximos días.

José Ignacio Peláez dijo...

Incluyo este comentario que me ha enviado Jaime: Es muy necesario recordar esa urgencia del testimonio de los auténticos intelectuales, por la importancia que ellos tienen en el diseño de las estructuras de la convivencia. Pero la experiencia muestra que no hay que pertenecer a ese gupo, en otro tiempo exclusivo y hoy abierto a las actividades y profesiones más sorprendentes, para luchar contra los males de una sociedad: realmente trabajaron mejor contra el nazismo un grupo de chavales, que terminó degollado, unos militares que intentaron acabar con el tirano o unos religiosos que se enfrentaron con Hitler y que unos fueron asesinados y otros consiguieron salvarse. O sea que nadie debe dormirse pensando que no puede hacer nada.