sábado, 15 de marzo de 2008

Una explicación

Vivir a contracorriente no es fácil. Lo fácil, lo que hace mucha gente, la mayor parte, es dejarse llevar por la corriente; esto a veces es conveniente e incluso necesario. Pero otras veces, cuando esa corriente choca contra tu modo de entender la vida, dejarse llevar por la corriente puede ser una cobardía o una traición a tus principios, a tu familia, a tus amigos, a tu país. Por ejemplo, en la Alemania nazi o en la ocupación soviética de los países del Este de Europa, muchos eligieron acomodarse a la corriente para evitarse problemas; no los juzgamos, porque con cuán difíciles situaciones se enfrentaron... Pero no hace falta irse tan lejos. Hoy también aquí, en Europa, en España, sucede lo mismo que entonces. Ahora, para poder vivir contracorriente hay que tener razones para hacerlo - tus convicciones- y saber explicarlas de modo que te entiendan. Y para eso, hay que pensar y articular un discurso coherente que muestre la belleza, el bien y la verdad en la que crees. Y esto es un camino que exige establecer un diálogo con muchos y una permanente búsqueda entre todos.

2 comentarios:

José Ignacio Peláez dijo...

Me envía este comentario un amigo, Jaime: Es muy necesario recordar esa urgencia del testimonio de los auténticos intelectuales, por la importancia que ellos tienen en el diseño de las estructuras de la convivencia. Pero la experiencia muestra que no hay que pertenecer a ese gupo, en otro tiempo exclusivo y hoy abierto a las actividades y profesiones más sorprendenetes, para luchar contra los males de una sociedad: realmente trabajaron mejor contra el nazismo un grupo de chavales, que terminó degollado, unos militares que intentaron acabar con el tirano o unos religiosos que se enfrentaron con Hitler y que unos fueron asesinados y otros consiguieron salvarse. O sea que nadie debe dormirse pensando que no puede hacer nada. Jaime

Laureano dijo...

Efectivamente, no hace falta ir tan lejos ni a tales extremos como los regímenes totalitarios , para encontrar acomodos a las situaciones existentes que van contra nuestras creencias o nuestras convicciones. La forma es más sutil, basta la infección del virus de lo “ políticamente correcto”, que todo lo invade , desde las ideas que estamos dispuestos a manifestar en público , no vayamos a agraviar a nuestros oyentes, hasta el lenguaje , donde términos comunes son sustituidos por eufemismos. Por la perversión del lenguaje se llega a la del pensamiento y todo conduce a la autocensura. Las cosas ya no son lo que son, o lo que demanda su naturaleza, sino lo que “lo políticamente correcto” nos impone a cada uno de nosotros. Seamos “políticamente incorrectos” ,razonemos sin muletas.