jueves, 8 de diciembre de 2011

EL TREN DE LA MUERTE

Este es el título del libro de Santiago Mata recién publicado por "La Esfera de los libros". Se trata de una investigación rigurosa sobre la primera gran matanza que se produjo en la Guerra civil española: el 12 de agosto de 1936, más de doscientos presos eran trasladados desde Jaén a Alcalá de Henares. Cerca de Vallecas, el tren fue interceptado por grupos de milicianos que fusilaron a casi todos, entre ellos el obispo de Jaén. Este hecho, causó la protesta de diversos embajadores ante el gobierno y dio pie a que muchos decidieran acoger en sus embajadas a subditos españoles. Mata acude a las fuentes, informa sobre los hechos y sobre la implicación de las autoridades en la masacre. Estudia también los antecedentes en la zona de Jaén y de Córdoba y analiza, además, por qué esta tragedia fue más bien acallada incluso al final de la guerra. Ofrece el testimonio reciente de un superviviente y se muestra bastante crítico con la ley de la Memoria Histórica y con las omisiones, algunas clamorosas, en la llamada "lista Sinde". Después de la lectura dolorosa de este interesante libro, me quedo con el testimonio que incluye (págs. 301-302) sobre el asesinato de Bartolomé Blanco Márquez, joven de Pozoblanco, hoy beato. Después de haber sido detenido, el 18 de agosto, escribe a su novia: "Como te quise siempre, te querré hasta el momento de la muerte. Dios me llama; Dios me llama a su lado y a Él voy por el camino del sacrificio. No culpes a nadie de mi muerte; perdona en nombre de Dios com Él perdonó y yo también perdono. Sé feliz y procura sobre todas las cosas la salvación de tu alma. Hasta la eternidad. Tu Bartolomé". Y el 1 de octubre, víspera de ser fusilado, dio el siguiente recado a su familia: "Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia que quiero vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible [a sus acusadores]. Así os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal". Pienso que este es el único camino para cerrar para siempre la heridas de aquella guerra fratricida: el perdón. Luis Ramoneda

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